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sábado, 20 de marzo de 2010

JOEL FILARTIGA - Dibujo - Ilustración / Fuente: EL CASO FILARTIGA © ANIBAL MIRANDA / ANALY FILÁRTIGA

DESDE LA INDEPENDENCIA, EL ALZAMIENTO CONTRA LA OPRESIÓN
ES UNA CONSTANTE EN LA HISTORIA PARAGUAYA
Autor: JOEL FILARTIGA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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EL HIJO MARTIRIZADO SOBRE EL QUE LOS FILÁRTIGA
NO TENDIERON EL MANTO DE LA RESIGANCIÓN

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UN MÉDICO AL LADO DE SU PUEBLO
Joel Filártiga tenía 22 años y estaba siguiendo la carrera de medicina cuando Alfredo Stroessner tomó el poder en 1954. Aquel primer año del stronato se caracterizó por una relativa apertura, la que fue cerrada progresivamente hasta terminar en una asfixiante paz de cementerio. Como en cualquier época y lugar, entre los menos dispuestos a aceptar pasivamente la situación de fuerza se hallaban los estudiantes. En la medida que el régimen fue apretando el torniquete, los predios universitarios se convirtieron en centros de creciente actividad política opositora.
El temperamental pero muy leído Filártiga veía en los manejos turbios de la mafia stronista la causa de muchos de los padecimientos observables en los campesinos que llegaban al Hospital de Clínicas en busca de curación, generalmente desnutridos y con las aflicciones propias a su condición de pobreza crónica. Antes de terminar la carrera y actuando todavía como delegado del Centro de Estudiantes de Medicina ante la Federación Universitaria del Paraguay (FUP), fue apresado "por meterse donde no debía". Había participado de una manifestación anti-gubernamental en pleno centro de Asunción al lado del paí Ramón Talavera. Paradójicamente, su padre, Juan Bautista Filártiga, acaudalado terrateniente dedicado a la comercialización del tabaco, era amigo de Stroessner. En la casa señorial de los Filártiga, en Mbuyapey, el dictador y sus más conspicuos colaboradores militares iban con cierta frecuencia a saborear asados campestres, beber y charlar.
Joel recuerda que en una de esas ocasiones, Stroessner se le acercó con unas copas de más y le dijo: "che rai, solamente hay tres cosas en la vida que valen la pena. El poder, el dinero y el placer. Para el placer no hay nada mejor que las mujeres. No seas tonto y vas a llegar lejos". Acto seguido y debido a la borrachera, el dictador le meó por la pierna. Aquella experiencia de disipación en quien ostentaba el grado máximo en la escala política y militar le pareció asquearte al joven Filártiga. Por otro lado, de las sesiones de discusión entre compañeros y la práctica con enfermos, los estudiantes de medicina salían concientizados acerca de los problemas sociales. La rebeldía estudiantil era derivación de la opresiva política del régimen militar, a su vez traducida en constantes choques con la policía, garroteadas y detenciones arbitrarias.
Junto a la medicina, Joel desarrolló su vocación por el arte. Pintaba y dibujaba escenas cotidianas con trazos críticos, dejando al descubierto su protesta contra el orden establecido. Las suyas eran transposiciones visibles de la injusticia imperante tales como cachiporras descargándose sobre harapientos niños, personajes deformes en uniforme alimentándose de seres humanos, mujeres desesperadas tratando de proteger sus bebés de las garras ensangrentadas de humanoides con coraza de hierro. También retrató carretas, ranchos campesinos y mieses maduras, rostros femeninos de rasgos suaves y mirada lánguida. ,
Joel participó de exposiciones colectivas con el grupo Arte Nuevo, vanguardista, del que fue uno de los más entusiastas animadores. Muestras suyas fueron exhibidas en la Facultad de Filosofía, en las librerías Cardellino, Bohême y en el Centro Paraguayo de Médicos. A éstas siguieron varias exposiciones en el extranjero: entre 1974 y 1977 sus obras fueron vistas en la Sala Maruja Ledesma de Posadas, por invitación de la Gobernación de Misiones, Argentina, y en Xochimilco, México, por gentileza de la Universidad Autónoma de México; en la Universidad de California en Los Ángeles y en la Universidad del Estado de California en Fullerton; en la Universidad de Yale, New Haven, Connecticut, y en la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts. El reconocimiento internacional vino de la mano de estas muestras realizadas con gran éxito. Cada exposición servía para aumentar la animadversión del régimen contra su persona.
Después de la muerte de Joelito sus exposiciones en galerías de arte del extranjero se intensificaron. Dibujar y atender a enfermos sin recursos se tornaron para el Dr. Filártiga en actividades de contenido político. El temor que sentía por lo que pudiera ocurrir a su golpeada familia no le hizo desistir, sino antes bien acicateó su creatividad. Aprendió a convivir con el miedo.
Su otra carrera no fue menos intensa. A los pocos años de recibir su diploma, al diligente médico-cirujano se le ofreció un contrato para practicar la profesión en EE.UU. Varios de sus compañeros de promoción tomaron como buena la oportunidad. El prefirió quedarse. Su inclinación de servicio lo había llevado a un pueblo del interior, Ybycuí, donde fundó el sanatorio La Esperanza. Su hija Dolly y Nidia, su esposa, hicieron de enfermeras. Muchacha despierta y voluntariosa, Dolly esterilizaba el instrumental, controlaba transfusiones, aplicaba inyecciones, daba su medicina a los internados, asistía en la sala de operaciones. Cuando ella se estaba preparando para ingresar a la Facultad de Medicina, Joelito fue asesinado. Dolly no pudo empezar la carrera porque, entre otras medidas dispuestas por las autoridades, le negaron el certificado de estudios de la secundaria y de esa manera el acceso a la universidad.
Por entonces, el disidente Filártiga ya había sido apresado en cuatro oportunidades distintas. En una de ellas estuvo a punto de fallecer por efecto de la tortura. El ensañamiento con él provenía de su tarea al frente del sanatorio -único en Ybycuí- donde un promedio de 30 pacientes eran atendidos cada día. Eran en su mayoría campesinos e indígenas con parasitosis, desnutrición, intoxicación con DDT que se usaba en las plantaciones cercanas, tuberculosis y también heridas que los presos políticos traían de su paso por prisión. Unas 30.000 personas que vivían en el valle gozaban de atención médica, operaciones mayores incluidas, en el sanatorio La Esperanza. El pago se hacía mayormente en especie: poroto, mandioca, arroz, verduras, frutas, aves, algún ternero o chancho. El dinero era escaso. A los pobres no se les exigía, aportaban a voluntad. Este servicio a la comunidad, independiente de cualquier subsidio gubernamental, le granjeó al Dr. Filártiga un liderazgo que resintió el poder de los caudillos partidarios.
Los Filártiga viajaban seguido a Posadas, Argentina, donde la madre de Nidia era propietaria de un hotel. Posadas era un centro de agitación contestataria al régimen Stroessner. Los viajes del Dr. Filártiga al otro lado de la frontera, donde se reunía con cuanto opositor fuera a verlo, eran mirados con mucha desconfianza por la policía paraguaya. Además, sus dibujos y pinturas ganaban cada vez mayor espacio en el exterior. Era precisamente todo lo que odiaba Stroessner de un paraguayo: liderazgo no conseguido a través del Partido Colorado y prestigio internacional.
Para peor, el prestigioso médico trataba con comunistas. Entre sus amigos cercanos estaban Constantino Coronel y Juan Carlos Da Costa, co-dirigentes de la Organización 1° de Marzo (OPM). La reacción no tardaría en venir.
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Fuente: EL CASO FILARTIGA © ANIBAL MIRANDA / ANALY FILÁRTIGA 1992 Portada: JOEL H. FILÁRTIGA Impresión: Editora Litocolor, Asunción-Paraguay, 1992 (105 páginas).
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