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sábado, 24 de julio de 2010

FEDERICO ORDIÑANA - INOLVIDABLE ORDIÑANA, artículo de JAVIER YUBI en la Revista ABC COLOR del Domingo, 18 de Julio de 2010 / Edición digital: www.abc.

INOLVIDABLE ORDIÑANA
Fuente: artículo de JAVIER YUBI.
Revista ABC COLOR,
Domingo, 18 de Julio de 2010.
Edición digital:
www.abc.com.py
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Un día como hoy, hace cuatro años, fallecía don FEDERICO ORDIÑANA. Tenía 89 años y seguía pintando retratos y desnudos, sus temáticas preferidas. Recibió formación académica en la Escuela de Bellas Artes de Valencia (España), en los años 40. Y por más de seis décadas sus pinceles dieron forma y color a obras de gran expresión artística. Aquí, extractos de la última entrevista para recordar al célebre exponente de la pintura paraguaya del siglo XX.
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-¿Cómo un pintor sintetiza su trayectoria?
Yo estoy convencido hoy de que cada pintor tiene su techo. Llegamos al techo ese y no podemos pasar. Yo que he visto tantos museos, tantos maestros, quisiera pintar como los maestros, pero mi techo no me permite pasar.
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-Pero, bueno, eso hace que cada uno tenga un estilo propio, ¿no?
-Yo creo que mi estilo, que no es nada revolucionario, fue consecuencia de mucho trabajo, de muchos años. Y nada más.
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-Mantuvo siempre los rasgos de un pintor clásico, academicista.
-Porque no puedo huir de eso. Yo cuando concibo un cuadro siempre lo pienso realista. No puedo apartarme de esa instrucción que me dieron cuando era joven los grandes maestros que tuve, a los que recuerdo con mucho cariño.
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-Dos vertientes principales marcan su historial pictórico: los retratos y los desnudos.
-Sí, porque los desnudos me han servido para depurar más mi afición al dibujo. El dibujo comprende muchas resoluciones que en otras cosas no se pueden hacer. Y el retrato fue un sistema de pintura que no busqué, sino que apareció con el tiempo, porque cuando terminé de estudiar en Valencia me fui a Barcelona buscando una situación más amplia. Y allí tuve un marchand, don Luis Reig, que me ayudó mucho consiguiéndome gente para retratar.
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-Imitar un rostro humano debe ser muy complejo, ¿hay una fórmula o un truco?
-Nada más que un dibujo fuerte. Y un dibujo recio que se consigue a fuerza de mucho trabajo. Y después la observación de la mirada que también expresa mucho del alma de individuo.
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-Si usted tuviera que hacerse un autorretrato, ¿qué rasgos suyos acentuaría?
-La verdad que yo no me conozco mucho. Ni nunca me he conocido mucho. Pero alguna vez me he hecho un autorretrato y en general he tratado de hacerlo lo más dibujado posible.
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-¿Cuál es la lección de su época de estudiante que tiene presente indefectiblemente a la hora de pintar?
-Quizás el dibujo primero. Soy más dibujante que colorista. El dibujo es la base de toda nuestra vida, en el arte, en la industria, en la ciencia. Siempre es el dibujo el primer punto para empezar una cosa.
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-Tuvo a destacados artistas como maestros, ¿recuerda a alguien en especial?
-Lo recuerdo con mucho cariño a un profesor que se llamaba Salvador Tusset. El, a su vez, había sido discípulo del gran profesor Sorolla. El mantenía los conceptos de la pintura de Sorolla, pero no los copiaba, no hacía lo mismo que su maestro. Y yo creo que eso influyó bastante en mí. Admitir las teorías, pero no la copia.
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-De entre sus compañeros, ¿surgieron pintores destacados?
-Ah, sí. Hay uno, por sobre todo, que en este momento es una primera figura, se llama Francisco Sebastián.
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-Sus primeras pinceladas profesionales las dio en España...
-Cuando ya me sentí seguro en el mundo del arte, tenía mis estudios en Valencia y en Madrid, alternaba. Cada tres o cuatro meses cambiaba de ambiente. Así me mantuve hasta que vine al Paraguay. También trabajé mucho en Bilbao, en Vitoria y en Barcelona. El resto de España lo conozco más bien de estudiar museos, iglesias. Eso fue mi vida en España.
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-¿Hay cuadros firmados por usted en museos españoles y europeos?
-Hay en el Hotel de Ville, que es la Municipalidad de Bruselas (Bélgica). Es un retrato del general Miranda, que actuó con las tropas de Napoleón en la toma de Bruselas. También retratos en la colección Vallenilla de Venezuela.
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-En la escuela de San Carlos donde estudiaba conoció a África, la mujer que sería su esposa.
-Sí, era compañera de cursos superiores. En principio fuimos buenos amigos. Después, cuando ya surgió el amor, al terminar la época de la Escuela de Bellas Artes, nuestro noviazgo fue largo, porque coincidió con la Segunda Guerra Mundial y la posguerra española. Fue un noviazgo largo, muy difícil, porque entonces era España víctima de una situación muy mala. No se encontraba trabajo ni habitaciones para alquilar. No había nada. Entonces, conscientemente no hubo boda hasta que pasaron los años y yo me sentí más dueño de la situación.
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-Los que vieron algunos cuadros de Africa dicen que era muy buena pintora. ¿Por qué ella no tuvo continuidad?
-Incluso en la época de estudios tuvo varios premios como colorista. Pero ella, yo no sé si porque era mi esposa, no se dedicó mucho después de conseguir el título de profesora. Era, además, un poco inestable. Le interesaba mucho la cerámica, a veces hacía cerámica, dejaba la pintura. Después hacía pintura, dejaba la cerámica. En fin. No tenía un tesón definitivo para dedicarse plenamente.
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-¿Tuvieron hijos?
-Una sola, Africa, como su madre, que ahora vive entre España y Nueva Zelanda, donde está su hijo, mi único nieto.
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-¿En los tiempos que residía en España venía de visita al Paraguay o nada?
-Yo vine aquí a principios de los años 50, e hice una exposición que se vendió íntegramente. Tuvo mucho éxito. Eso me ayudó muchísimo. Estuve muy de moda en aquella época. Hice muchísimos retratos.
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-¿Y cuándo decidió regresar definitivamente?
-En los años 80.
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-¿Cómo se dio a conocer al público local?
-Siempre que he vuelto he hecho una exposición los primeros días de mi llegada. En los años 80 trabajé muchísimo el retrato, entonces vendí muchísimo. Incluso antes de inaugurar la exposición ya se vendió. Traje 35 cuadros y no me quedó ninguno. ¡Qué época buena!
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-En algún momento usted dijo estar arrepentido por no haberse abierto mucho a la prensa, de modo que no resultó ser tan conocido.
-Yo, en realidad, nunca busqué propaganda. Surgió cuando la gente se interesó por mi obra. Pero nunca fui un tipo muy preocupado por la propaganda. Ni cuando era joven.
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-Pero un artista necesita ser conocido para cotizar su obra.
-Sí, indudablemente. Yo, por ejemplo, sé que Picasso (Pablo), además de ser un gran pintor era un gran comerciante. O sea se promocionaba él de una manera inteligente. Yo, esa mano izquierda no la tengo. No sé vender. No sé promocionarme.
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-¿Es verdad que ha sido un hombre reservado, de pocos amigos, muy selectivo?
-De pocas amistades no, porque estaba casado con una mujer que sabía conquistar a la gente y hacer amistades. Yo recuerdo que un amigo me regaló un libro que decía: Dedicado para África y Federico Ordiñana. A Africa, hacedora de amistades. Y Federico, conservador de amistades.
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-Enviudó hace pocos años, ¿extraña a su esposa o ya se acostumbró a la soledad?
-Me afectó mucho. Pero, claro, no tengo más que seguir luchando. Me afectó muchísimo, porque ella era mi mano derecha, me hacía de secretaria, me ayudaba en todo.
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-¿Se siente reconocido como pintor? ¿Cotizan sus cuadros lo que realmente valen?
-No lo sé. Lo único que siento es que ahora con la crisis no hay estímulo para trabajar, como había antes que uno trabajaba en exceso incluso. Ahora trabajo, pero sin el entusiasmo de antes.
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-¿Es Federico Ordiñana un nombre que quedará en la historia de las artes plásticas paraguayas?
-Ojalá. Pero no creo tampoco.
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Gran artista. Federico Ordiñana Blanco nació en Asunción el 13 de marzo de 1917. En 1939 obtuvo una beca para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos (Valencia, España). Aprendió dibujo y pintura con grandes maestros como Salvador Tusset, Rafael Sanchis Yago y José Segrelles.
En 1948 se casó con la española Africa Siles, con quien tuvo una sola hija también llamada Africa. En la misma época fue cónsul de Paraguay en Valencia. En 1959 accedió al puesto de agregado cultural en la Embajada paraguaya de Madrid. Después de residir y trabajar en Madrid, Barcelona, Bruselas, Roma, Amberes, París y Londres, regresó a Asunción en 1983, donde falleció el 18 de julio de 2006. Cinco años antes, el 19 de enero de 2001, había quedado viudo.
16 de Julio de 2010
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Fuente: artículo de JAVIER YUBI.
Revista ABC COLOR,
Domingo, 18 de Julio de 2010.
Edición digital: www.abc.com.py
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