Catálogo de exposición
WILLIAM RIQUELME: EN BLANCO Y NEGRO,
Centro Cultural de la Ciudad Manzana de la Rivera,
Asunción-Paraguay 2003.
WILLIAM RIQUELME: EN BLANCO Y NEGRO,
Centro Cultural de la Ciudad Manzana de la Rivera,
Asunción-Paraguay 2003.
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WILLIAM RIQUELME: EN BLANCO Y NEGRO
Cuando la forma pura pone a nuestra disposición un contenido viviente, se rehace en la figuración el universo de lo humano. Del oscuro lugar donde se había escondido la imagen, el artista/dibujante la rescata para nosotros, transformando su pensamiento en líneas; deseo manifiesto de volver a ver, revisar y comunicar una visión del entorno, Porque el dibujante ve líneas en la naturaleza, todo en su visión se traduce a dibujos, y serán ellos los que construirán su discurso acerca del hombre.
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WILLIAM RIQUELME: EN BLANCO Y NEGRO
Cuando la forma pura pone a nuestra disposición un contenido viviente, se rehace en la figuración el universo de lo humano. Del oscuro lugar donde se había escondido la imagen, el artista/dibujante la rescata para nosotros, transformando su pensamiento en líneas; deseo manifiesto de volver a ver, revisar y comunicar una visión del entorno, Porque el dibujante ve líneas en la naturaleza, todo en su visión se traduce a dibujos, y serán ellos los que construirán su discurso acerca del hombre.
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WILLIAM RIQUELME es uno de aquellos creadores que han puesto en el dibujo -forma sensual del lenguaje visual- la totalidad de sus energías; en su obra autográfica se ha retenido la búsqueda perseverante y apasionada de la expresión libre, el pensamiento vivo o la imaginación despierta.
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dibujo a tinta sobre papel, 1983
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LA CONEXIÓN PERDIDA: SIGNIFICADO-SIGNIFICANTE
El dibujo nace de un proceso rápido -anotación directa de la imagen- como consecuencia de una acción espontánea, sin ataduras a tradiciones o convencionalismos, opuesto al espectáculo como resultado; deseoso de regresar a tamaños humanos ante la ostentosa explosión de nuevos materiales, es para un artista la penetración en el sagrario interior.
El dibujo nace de un proceso rápido -anotación directa de la imagen- como consecuencia de una acción espontánea, sin ataduras a tradiciones o convencionalismos, opuesto al espectáculo como resultado; deseoso de regresar a tamaños humanos ante la ostentosa explosión de nuevos materiales, es para un artista la penetración en el sagrario interior.
En este recinto tan privado -monólogo interior- se entrega el dibujante, libre de deseos ajenos, a escoger, decidir o eliminar su intervención espiritual sobre las cosas.
En el blanco ingrávido del papel -espacio sin referencias, clave del sentimiento solitario- juegan las líneas negras con las que William escribe su incesable narración visual: imágenes lineales, imágenes inventadas y artificiosas relatan la propia percepción del hombre, Estos dibujos gravados con el signo humano, rozan la caricatura, se acercan a veces a las curvas sensuales del modernismo, giran otras hacia los ángulos de vista del cubismo, siguen las huellas de la deformación expresionista a se regodean con alguna abstracción ornamental; dibujos con fuerza de género y con amplia capacidad comunicativa, mezclan en sencillos ademanes la ironía y el humor con otras vivencias interiores como la soledad y la incomunicación.
En esta expedición al universo de la línea, WILLIAM RIQUELME nos enseña, con gran aplomo gráfico, su actividad más íntima y secreta en el poderoso impacto de la simplicidad plástica de sus figuras: cabriolas rítmicas sobre el papel. Mirada crítica que apuesta a favor de la salvación de lo imagen; imagen que se afana en retener su poder comunicante y no viciarse por el cansancio de un lenguaje diluido y carente de significado, para encontrar hechos nuevos derivados de formas originales de repensar el mundo.
LULY CODAS - Junio, 2003
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En el blanco ingrávido del papel -espacio sin referencias, clave del sentimiento solitario- juegan las líneas negras con las que William escribe su incesable narración visual: imágenes lineales, imágenes inventadas y artificiosas relatan la propia percepción del hombre, Estos dibujos gravados con el signo humano, rozan la caricatura, se acercan a veces a las curvas sensuales del modernismo, giran otras hacia los ángulos de vista del cubismo, siguen las huellas de la deformación expresionista a se regodean con alguna abstracción ornamental; dibujos con fuerza de género y con amplia capacidad comunicativa, mezclan en sencillos ademanes la ironía y el humor con otras vivencias interiores como la soledad y la incomunicación.
En esta expedición al universo de la línea, WILLIAM RIQUELME nos enseña, con gran aplomo gráfico, su actividad más íntima y secreta en el poderoso impacto de la simplicidad plástica de sus figuras: cabriolas rítmicas sobre el papel. Mirada crítica que apuesta a favor de la salvación de lo imagen; imagen que se afana en retener su poder comunicante y no viciarse por el cansancio de un lenguaje diluido y carente de significado, para encontrar hechos nuevos derivados de formas originales de repensar el mundo.
LULY CODAS - Junio, 2003
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A partir de la Semana de Arte Moderno, de 1954, en el Paraguay se aceleró el proceso de la modernidad artística, que hasta entonces sólo había apuntado con más o menos fuerza en la obra de JULIÁN DE LA HERRERÍA, JAIME BESTARD y WOLF BANDUREK.
Apenas unos diez años después de aquel hecho protagonizado por el GRUPO ARTE NUEVO una exposición en vitrinas comerciales de la calle Palma, que quiso desafiar las muestras convencionales, aparecía una pléyade de artistas jóvenes, entre los cuales se hallaba WILLIAM RIQUELME, En realidad, éste había hecho ya su primera muestra en 1963, junto con ÁNGEL YEGROS, en una de las reuniones literarias de Asedio en la casa de la poetisa MARÍA LUISA ARTECONA. Por entonces era un valor promisorio, que orientaba sus búsquedas dentro de coordenadas expresionistas, pero sin adscribirse estrictamente a un determinado marco de escuela.
Con la primera exposición del grupo de LOS NOVÍSIMOS: ÁNGEL YEGROS, WILLIAM RIQUELME, JOSÉ ANTONIO PRATT MAYANS, ENRIQUE CAREAGA, en 1962, va tomando cuerpo una propuesta estética que quería tomar distancia respecto a las anteriores experiencias de la modernidad local. En efecto, coincidentes con los nuevos aires que soplaban en el Río de la Plata, ellos introducían en el arte paraguayo algo que se había dado poco entre nosotros; el desenfado, el humor, la espontaneidad del acto artístico, que contrastaban con las posiciones quizá demasiado severas de los artistas que los precedieron en la aventura de la modernidad.
Con el tiempo, WILLIAM RIQUELME acumularía experiencias e iría mostrando los resultados de su labor en exposiciones individuales o colectivas desde la Bienal de Córdoba, en 1964, hasta la muestra en Washington, con los auspicios de la Unión Panamericana, en 1967.
Su lenguaje comienza a definirse mediante las técnicas del dibujo ya desde su primera época, recorriendo líneas estéticas distintas pero afines. El humor, la ironía y el sarcasmo impregnan frecuentemente sus creaciones en esos años de contestación y de crítica a las formas y las instituciones establecidas. Muchos de esos trabajos no fueron conocidos del público. Los recoge en esta exposición, junto con numerosos dibujos posteriores, que muestran una dedicación intensa y variada en sus registros expresivos, con logros indudables en el orden de los valores estéticos. Así, la fuerza de la expresión hace vértice con la plenitud de la forma y el temple irónico de un espíritu inquietó e indagador. Una obra, en fin, que se incorpora al acervo de los hechos relevantes del arte paraguayo contemporáneo.
MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ - Junio, 2003
Apenas unos diez años después de aquel hecho protagonizado por el GRUPO ARTE NUEVO una exposición en vitrinas comerciales de la calle Palma, que quiso desafiar las muestras convencionales, aparecía una pléyade de artistas jóvenes, entre los cuales se hallaba WILLIAM RIQUELME, En realidad, éste había hecho ya su primera muestra en 1963, junto con ÁNGEL YEGROS, en una de las reuniones literarias de Asedio en la casa de la poetisa MARÍA LUISA ARTECONA. Por entonces era un valor promisorio, que orientaba sus búsquedas dentro de coordenadas expresionistas, pero sin adscribirse estrictamente a un determinado marco de escuela.
Con la primera exposición del grupo de LOS NOVÍSIMOS: ÁNGEL YEGROS, WILLIAM RIQUELME, JOSÉ ANTONIO PRATT MAYANS, ENRIQUE CAREAGA, en 1962, va tomando cuerpo una propuesta estética que quería tomar distancia respecto a las anteriores experiencias de la modernidad local. En efecto, coincidentes con los nuevos aires que soplaban en el Río de la Plata, ellos introducían en el arte paraguayo algo que se había dado poco entre nosotros; el desenfado, el humor, la espontaneidad del acto artístico, que contrastaban con las posiciones quizá demasiado severas de los artistas que los precedieron en la aventura de la modernidad.
Con el tiempo, WILLIAM RIQUELME acumularía experiencias e iría mostrando los resultados de su labor en exposiciones individuales o colectivas desde la Bienal de Córdoba, en 1964, hasta la muestra en Washington, con los auspicios de la Unión Panamericana, en 1967.
Su lenguaje comienza a definirse mediante las técnicas del dibujo ya desde su primera época, recorriendo líneas estéticas distintas pero afines. El humor, la ironía y el sarcasmo impregnan frecuentemente sus creaciones en esos años de contestación y de crítica a las formas y las instituciones establecidas. Muchos de esos trabajos no fueron conocidos del público. Los recoge en esta exposición, junto con numerosos dibujos posteriores, que muestran una dedicación intensa y variada en sus registros expresivos, con logros indudables en el orden de los valores estéticos. Así, la fuerza de la expresión hace vértice con la plenitud de la forma y el temple irónico de un espíritu inquietó e indagador. Una obra, en fin, que se incorpora al acervo de los hechos relevantes del arte paraguayo contemporáneo.
MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ - Junio, 2003
Obra: EL QUINIELERO,
dibujo a tinta sobre papel, 1989
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